Si decides verte bien portate mal y de portarte mal, avisame. Entre la quiniela del "voy o no voy", la moral como un fantasma entra en la escena. Mañana es el velorio del día de hoy y ya no volverá mi niña buena. No sabrás de los regresos sin partir ni sabrás lo que te acabas de perder. Por perderte tantos besos en la esquina. Si decides no venir lo entenderé, apagaré las velas y el fogón, devolveré la estrella que alquilé y algo inventaré para el corazón. Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks, en vez de fingir o estrellarme una copa de celos, le dio por reír. Tenían razón mis amantes en eso de que, antes, el malo era yo, con una excepción: Esta vez, yo quería quererla querer y ella no. Así que se fue, me dejó el corazón en los huesos y yo, de rodillas. Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa. A la perdición de los bares de copas, a las cenicientas de saldo y esquina. Lo fui, poco a poco, dando por perdida. Tanto la quería, que tardé en aprender a olvidarla, diecinueve días, y quinientas noches. Sospecho que, así, se vengaba a través del olvido, Cupido de mi. No pido perdón, ¿Para qué? si me va a perdonar porque ya no le importa. Siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta. Me abandonó.